El pasado 14 de abril teníamos una cita. Por desgracia, como muchas otras cosas, hemos tenido que posponerla para tiempos mejores. Nos queda un consuelo: llegarán esos tiempos y tendrá lugar la cita.
¿Que con quién era la cita? La cita era con una escritora. Os cuento: en noviembre del año pasado, el instituto solicitó la participación en el programa Encuentros Literarios del Ministerio de Cultura y Deporte y justo el día en que nos fuimos de vacaciones de Navidad (¡cómo pasa el tiempo!) nos llegó la noticia de que nos habían concedido la visita de la escritora Mónica Rodríguez. Un bonito de regalo de Navidad, la verdad.
Un regalo y una responsabilidad, pues todos debíamos poner algo de nuestra parte para que la cita fuera un éxito: ¿no habéis tenido nunca una cita? ¿No ponéis todo de vuestra parte, para que luego sea algo que recordáis?... Pues eso, no hay nada más que explicar.
Los alumnos a quienes iba a hablar tuvieron que leerse una de sus obras y, además, como se nos pedía en la convocatoria del encuentro tuvieron que realizar un ejercicio de escritura creativa vinculado a la actividad
que puede consistir en la reescritura de fragmentos pasando de un género
literario a otro o el uso de personajes, atmósferas o situaciones para comenzar
un nuevo texto.
Vuestros compañeros de 4º y algunos de 3º tuvieron que leerse una de sus novelas, Amelia y las abejas.
Y un grupo de 2º se tuvo que leer una biografía que ha escrito sobre la científica Lise Meitner, la física que inicio la era atómica, como reza el subtítulo de la obra.
No se puede dejar de decir que ambas obras las tenemos en nuestra biblioteca y están deseando que aquellos que no las hayáis leído aún lo hagáis. Estoy seguro de que están deseándolo tanto como todos volver a un día normal en el instituto: ¡fijaos la magnitud de su deseo! No las defraudéis cuando tengáis la oportunidad (pronto, ya veréis, pronto).
Pero volviendo a lo que decía de que cada uno puso de su parte... La autora, Mónica Rodríguez, además de prepararse a conciencia la charla que iba a dar, atendió en todo momento, y con una prontitud y amabilidad dignas de agradecer, a todos los correos que le enviamos con cuestiones organizativas.
Y los profesores, claro, también tuvieron cosas que hacer: cuestiones organizativas varias, entre las que estaba hacer ese precioso cartel que ilustra el principio de esta entrada, obra de Jesús, el profesor de EPVA, para publicitar el encuentro.
Incluso otras más ingratas como, ¿cómo decirlo?, forzaros a que leyeseis esas obras. ¡Claro que nos gustaría que leyerais sin necesidad de que os obligáramos! Pero nuestra experiencia nos dice que, a veces, hay que hacerlo. Sin embargo, sabemos que, en este caso, por lo que nos habéis dicho después de su lectura, mereció la pena esta obligación impuesta.
Así que todo parecía que iba viento en popa: los alumnos ya sabían que Mónica Rodríguez iba a venir; la autora estaba preparada; los profesores se habían prestado a colaborar de diversas formas, para que el encuentro estuviera muy bien y, entonces,... ¡el confinamiento! ¡Y la desilusión cuando este se prolongaba más allá del 14 de abril!
Cuando escribo esto hemos dejado muy atrás ese día. El cartel del encuentro no llegó a exponerse. Las preguntas que para Mónica Rodríguez habían preparado vuestros compañeros de 3º y 4º ya no serán formuladas. Los textos que estos escribieron...
Los textos que estos escribieron no solo merecían una nota en la asignatura de Lengua y Literatura, no. Los había que merecían mejor suerte. Merecían, al menos, que el esfuerzo por escribir un texto en que se reflejara su creatividad y lo que les había inspirado la lectura de Amelia y las abejas llegara a Mónica Rodríguez.
Así que le llegaron y ella ha demostrado una generosidad que por lo menos al miembro del equipo de la biblioteca que en esta ocasión escribe esta entrada le emociona.
Y me emociona, porque nos envió un texto con sus impresiones y hablando de Amelia y las abejas a los alumnos: casi parecía que se estaba celebrando el encuentro. Esto es lo que decía:
Hola,
chicos y chicas del IESO "Ribera del Cega" de Mojados. Este tiempo extraño que
nos ha tocado vivir nos ha impedido que nos encontremos y podamos charlar sobre
el libro Amelia y las abejas y la literatura, por eso he querido
escribiros unas pocas palabras. Los correos con vuestros profesores y los
textos que habéis escrito a partir de mi libro me empujan a ello. Debo deciros
que el entusiasmo de vuestros profesores y la capacidad de hacer vuestros los
personajes del libro y de expresar vuestras inquietudes a través de esos poemas
y esos relatos me han impresionado. En el lenguaje podéis encontrar una
herramienta poderosa para expresaros e indagar en la realidad y en vosotros.
Vuestros textos demuestran lo bien que lo hacéis. Gracias.
Amelia y las abejas se publicó el año pasado, en octubre, pero el libro lo
escribí hace unos seis años, fascinada por el mundo de las abejas (visité el Aula de las abejas en Colmenar y leí La vida de las
abejas del premio nobel Maurice Maeterlinck). Conocí también a una pareja de
apicultores. Él era, además, abogado y ella había descubierto que era
tremendamente alérgica a las abejas. Ya no podía ni siquiera pasear por el
campo sin llevar consigo el antídoto. Me gustó su amor, su vida y ellos me
llevaron a escribir la novela, que es enteramente ficción. Gracias por dedicar
vuestro tiempo a leerla. La escritura es un oficio solitario y exigente, y
nunca sabemos si lo que escribimos gustará a algún lector. Y aunque la
escritura nace de una necesidad íntima, personal, también tiene vocación de
comunicar. Nuestro deseo último es compartir ese camino recorrido en el proceso
de escritura. Por eso, sin vosotros, los lectores, nuestro oficio no tiene
sentido. Gracias por dárselo.
Por último, solo desearos que aprovechéis esta época de
confinamiento para reflexionar sobre lo que verdaderamente es importante, para
hacer todas aquellas cosas que siempre quisisteis y os faltó tiempo, para leer,
para escribir, para disfrutar de la familia, escuchar el silencio lleno de
pájaros de la ciudad callada o descubrir aquellos vecinos de la ventana de
enfrente, en los que nunca habíamos reparado.
Ojalá pronto recuperemos la normalidad y seamos un poquito
mejores. Y un poquito más lectores.
Un abrazo
Es imposible leer esas palabras y no estar inmensamente agradecido a quien las envía. Pero es que además envió un vídeo: ¡se celebraba el encuentro, aunque fuera virtualmente!
¡Qué detallazo! Cuando ocurren cosas así, no se podía dejar de pensar que la suerte empezaba a estar, de nuevo, de nuestro lado.
Pero hablábamos de los textos que escribieron vuestros compañeros... Incluirlos todos alargaría en exceso esta entrada, pero creo que es justo que al menos un par de ellos, de géneros literarios diferentes, aparezcan reproducidos. Los que he escogido responden al gusto subjetivo de quien escribe esta entrada, pero os aseguro que no resulta fácil no reproducir algún otro... Quizá quien no haya leído Amelia y las abejas no los disfrute tanto, pero también puede ser, ojalá, que se anime a hacerlo.
El primero de los textos es de Esther Lomas Lozano, vuestra compañera de 3º B, que propone un final alternativo a la novela:
(Final real: negro / Final alternativo: azul)
Oigo el vuelo incesante de las abejas, algunas tan cerca de mis oídos que su zumbido es un latigazo alto y vibrante. Fugaz.
Pienso que este sonido es lo último que escuchó Amelia.
Después el rostro de Ambrosio lo llena todo.
Abro los ojos y veo las abejas.
Abro los ojos y ya no veo las abejas, pero quiero hacerlo.
Ya no tengo 15 años, tengo 21 y estoy enfrente de casa de Abelardo. Llevo sin pisarla desde hace dos años, que vine a dejarle unas cosas sobre Amelia.
Y, por desgracia, hoy estoy aquí a llevarme unas cosas sobre él.
Abelardo, has muerto hace un par de días, de una parada cardiaca. Lo grandioso es que te has muerto con ellas. Las abejas te acogieron como lo hicieron con Amelia. No sé si es gracioso o da pena que el último sonido que el amor de tu vida y tú escuchasteis es el mismo.
Tampoco sé si estoy aquí para ver cómo estabas, ya que, por la universidad, pocas veces hablábamos, o por recordar mi infancia contigo. Pero algo que sí sé es que quiero verlas.
Y sin traje. Ya no las tengo tanto miedo.
Me he adentrado en la casa y estoy yendo directamente a los panales.
Suspiro cuando, a lo lejos, los veo. Me acerco, y, a medida que puedo ver con más claridad, veo que los panales son los mismos. Pero están vacíos.
A lo mejor las abejas sintieron que después de que te fueras, no debían seguir allí.
Pero necesito verlas. Así que, armándome de valor, me voy hacia su casa. La casa de Ambrosio.
Hasta lo que yo sé, Ambrosio también tenía algún panal y de verdad que necesito verlas.
Antes de lo que creo estoy en una casa que recuerdo muy bien. Llamo varias veces al timbre y rezo porque alguien abra, cuando unos ladridos que reconozco se van acercando.
—Ambrosio —digo yo antes de que termine de abrir la puerta.
—¿Elena? ¿Eres tú? —asiento y él me envuelve en un abrazo que he echado mucho de menos— Siento lo de Abelardo.
—Ya... —me remuevo incómoda, no quiero hablar de ti, no ahora—. Perdona por la intromisión, pero ¿tienes abejas?
—¿Eh? —pregunta él, contrariado.
—Quiero ver a las abejas —digo suspirando—. Las abejas de Abelardo se han ido y de verdad necesito verlas, y creo que tú tenías algún panal.
Él asiente y se hace a un lado para que pueda entrar. Va vestido de negro y tiene la corbata en la mano. Se está preparando para el funeral, que es dentro de dos horas. Toco la cabeza de un viejo Rasta, pero que sigue igual de alegre, y voy, bastante rápido, a los panales.
Me detengo al verlas por la puerta de cristal que da al patio. Son preciosas.
Siento a Ambrosio tomar mi mano y guiarme hacia ellas. Estamos muy cerca, pero yo ya no las tengo miedo.
Cierro los ojos y escucho el zumbido y pienso que el sonido es precioso, y que morir con él de fondo debe de ser una maravilla. Pienso en la cálida mano de Ambrosio, en cómo lo he echado de menos.
Pienso en Amelia mirando a las abejas por última vez. Luego pienso lo mismo, pero contigo.
Pienso en el funeral, pero sobre todo pienso en que quiero permanecer así mucho tiempo.
Abro los ojos y veo a las abejas, a Amelia y a ti.
El segundo de los textos es un poema de José María Zoreda, vuestro compañero de 4º:
Este
poema ha sido inspirado en general por la historia de amor de Amelia y las
abejas de Mónica Rodríguez, haciendo referencias a momentos de la historia,
como cuando a Elena o a Abelardo les picaba una abeja, o como cuando Abelardo y
Amelia se cruzaron en un bus sin darse cuenta.
Amor como polen, polen como amor
¿Qué es el polen?
¿La comida de las abejas?
¿De donde sale la miel?
No es ninguna de esas.
El polen atrae el amor.
Amor que atrae a la gente
como el polen a las abejas,
como el polen
del que viven las abejas,
como el amor del que viven las personas.
Las abejas van a por el polen
porque lo necesitan para vivir,
como el amor.
El amor que hace que no sientas
la picadura de una abeja que buscaba
el polen.
Polen que atrae a las abejas
como el amor a la gente,
como el amor
del que viven las personas,
como el polen del que viven las abejas.
El polen atrae a las abejas,
aunque no lo encuentren siguen buscando,
como a la gente el amor.
Aunque la abeja se pase una flor
siempre volverá a ella,
como las personas
que se vuelven a encontrar.
Amor que atrae a la gente
como el polen a las abejas,
como el polen.
¿Qué decís? ¿Que no os he dicho nada de Mónica Rodríguez, aparte de que es escritora?
¿Queréis saber más? Pinchad cada vez que aparezca su nombre reproducido en la entrada y el enlace os llevará a su excelente página web en la que podréis saciar toda vuestra curiosidad..., y ya estáis tardando en hacerlo.
¿Que tampoco he dicho nada de Amelia y las abejas? ¿No os bastan las palabras de la autora? Preguntad a vuestros compañeros que la hayan leído, a ver si os recomiendan que vosotros hagáis lo mismo. Yo creo que sí, que lo harán, y que vosotros seguiréis su consejo. A mí solo me gustaría añadir que no es una novela juvenil. Quiero decir que me parece disfrutable a cualquier edad. Creo que trasciende ese adjetivo, juvenil. Y si solo fuera juvenil, que no lo es, al menos tiene virtudes, que no siempre encuentro, como lector, en este tipo de obras: no está escrita explícitamente con la intención de transmitiros unos valores positivos; no os engaña: os muestra cómo puede ser una relación de pareja, con sus luces y sus sombras, sus altibajos; acierta plenamente al mostrar la zozobra de la narradora, Elena, al despertar al amor, y su voz me resulta sincera y creíble... No sigo.
Pero vamos a cargarnos de más razones para que os parezca que puede merecer la pena leer algo de la autora: el sábado 25 de abril en Babelia, suplemento cultural del periódico El País, apareció una entrevista a Nando López, según se nos dice, una de las voces más destacadas de la literatura y el teatro para jóvenes en España. Autor de novelas como La edad de la ira y Nadie nos oye y éxitos escénicos como #malditos16, esta semana ha ganado el Premio Gran Angular, que concede la editorial SM por su obra La versión de Eric.
Pregunta: ¿A quién le daría el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil?
Respuesta: A Mónica Rodríguez y David Lozano, ex aequo.
Fijaos en lo que dice que se merecería nuestra autora: ¡el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, nada menos!
Las historias. No todas las historias acaban bien, pero creo que la de nuestro encuentro literario con Mónica Rodríguez sí. ¿Por qué? Porque el Ministerio de Cultura y Deporte ha decidido no suspender los encuentros que no se hubieran celebrado y trasladarlos al próximo curso cuando sea posible su realización y así nos lo ha comunicado. El curso próximo, entonces. Lo siento mucho por vuestros compañeros de 4º, que ya no podrán disfrutarlo, pero atesoraré sus preguntas para la autora, por si hubiera ocasión de utilizarlas.
De momento, creo que podemos seguir leyéndola y soñando con sus historias como parece que lo está haciendo la chica de esa preciosa ilustración sacada de su página web.
No sé a vosotros, pero a mí me encantan los finales (casi del todo) felices.