Conmemoramos este año el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós (1843-1920), el mejor novelista español del siglo XIX. Retened su nombre, el de Leopoldo Alas, "Clarín", y el de Emilia Pardo Bazán y sabréis quiénes son los tres mejores narradores del Realismo español.
Si no lo habéis leído (o no los habéis leído), tendréis que creernos. Si os animáis a hacerlo, la experiencia merece muchísimo la pena, seguid creyéndonos.
En la biblioteca tenemos estas obras de Galdós:
Lo prohibido, Doña Perfecta, La desheredada, Misericordia, Miau, Marianela, La incógnita, Realidad, La familia de León Roch, El amigo Manso, Trafalgar, Cádiz, Cuentos fantásticos. Están tan a mano que no tenéis excusa para, como mínimo, curiosearlas. Quizá os atrapen y continuéis su lectura hasta el final.
Mi prima Eloísa era tan guapa como su hermana mayor, y mucho, pero mucho más linda. María Juana era una belleza marmórea; mas Eloísa pareciome obra maestra de la carne mortal, pues en su perfección física creía ver impresos los signos más hermosos del alma humana: sentimiento, piedad, querer y soñar. Desde que la vi me gustó mucho, y la tuve por mujer sin par, lo que todos soñamos y no poseemos nunca, el bien que encontramos tarde y cuando ya no podemos cogerlo en una vuelta inesperada del camino. Cuando vi aquella fruta sabrosa, otro la tenía ya en la mano y le había hincado el diente. No digáis que un título como Lo prohibido no os parece atrayente: ¿qué sera lo prohibido?
No sabemos cómo hubiera sido doña Perfecta amando. Aborreciendo, tenía la inflamada vehemencia de un ángel tutelar de la discordia entre los hombres. ¿No os apetece saber más de doña Perfecta?
Yo hago caso de los sueños, porque bien podría suceder, una comparanza, que los que andan por allá vinieran por aquí y nos trajeran el remedio de nuestros males. Debajo de tierra hay otro mundo, y el toque está en saber cómo y cuándo podemos hablar con los vivientes soterraneos. Ellos han de saber lo mal que estamos por acá, y nosotros soñando vemos lo bien que por allá lo pasan... No sé si me explico..., digo que no hay justicia, y para que la haiga, soñaremos todo lo que nos dé la gana, y soñando, un suponer, traeremos acá la justicia. ¿Alguna vez se os ha pasado por la cabeza algo parecido a lo que piensa este personaje?
—El chico —prosiguió ella, echándose el atrás el manto— es de la piel de Satanás. Ahora va a cumplir veintiún años. Es de buena ley, eso sí, tiene los mejores sentimientos del mundo, y su corazón es de pasta de ángeles. Ni a martillazos entra en aquella cabeza un mal pensamiento. Pero no hay cristiano que le haga estudiar. Sus libros son los ojos de las muchachas bonitas; su biblioteca, los palcos de los teatros. Duerme las mañanas, y las tardes se las pasa en el picadero, en el gimnasio, en eso que llaman..., no sé cómo, el Ascáttn, que es donde se patina con ruedas. El mejor día se me entra en casa con una pierna rota. Me gasta en ropa un caudal y en convidar a los gorrones de sus amigos otro tanto. Su pasión es los novillos, las corridas de aficionados, tentar becerros, mucho pecho, mucho coraje. Una madre que parece no hacer vida de su hijo. ¿No sentís curiosidad por qué va a pasar con él? ¿Se hará un hombre de provecho o no?
La sangre corría en abundancia por la cubierta y los puentes, y a pesar de la arena, el movimiento del buque la llevaba de aquí para allí, formando fatídicos dibujos. Las balas de cañón, de tan cerca disparadas, mataban mutilando horriblemente los cuerpos, y era frecuente ver rodar a alguno, arrancada a cercén la cabeza, cuando la violencia del proyectil no arrojaba la víctima al mar, entre cuyas ondas debía perderse casi sin dolor la última noción de vida. ¿No os sentís sacudidos imaginando el horror de esta escena terrible de guerra?
Tan empapado estaba el santo varón en sus cavilaciones pesimistas, que cuando le llamaron a comedor y le pusieron delante un lucido almuerzo, no se le ocurrió inquirir, ni siquiera considerar, de dónde habían salido abundancias tan disconformes con su situación económica. ¿Qué tendrá ese hombre en la cabeza que ni atiende a lo que le ponen de comer? ¿Por qué estará pasando dificultades económicas? ¿No os gustaría saber la respuesta a estas preguntas?
Buscad signaturas como N PER mar, N PER mia o N PER mis, entre otras. Las obras de Galdós os están esperando.
¿Queréis saber más sobre el autor? Aquí podéis consultar una página web muy completa e interesante sobre Galdós y su obra.
Por cierto, ¿cómo es posible que no tengamos Fortuna y Jacinta, la que se considera su obra maestra? La biblioteca debería intentar remediar esto lo más rápidamente posible.
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